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“Se hallaron en el centro del bosque espiritual, rodeados de millares y millares de almas
vegetales y animales. Las mentes de Alexander y Nadia se expandieron y percibieron las
conexiones entre los seres, el universo entero entrelazado por corrientes de energía, por
una red exquisita, fina como seda, fuerte como acero.
vegetales y animales. Las mentes de Alexander y Nadia se expandieron y percibieron las
conexiones entre los seres, el universo entero entrelazado por corrientes de energía, por
una red exquisita, fina como seda, fuerte como acero.
Entendieron que nada existe aislado; cada cosa que ocurre, desde un pensamiento hasta
un huracán, afecta a lo demás. Sintieron palpitante y viva, un gran organismo acunando
en su regazo la flora y fauna, los montes, los ríos, el viento de las llanuras, la lava de los
volcanes, las nieves eternas de las más altas montañas. Y esa madre planeta es parte de
otros organismos mayores, unidos a los infinitos astros del inmenso firmamento.
Los jóvenes vieron los ciclos inevitables de vida, muerte, transformación y renacimiento
como un maravilloso dibujo en el cual todo ocurre simultáneamente, sin pasado,
presente o futuro, ahora desde siempre y para siempre.
Por fin, en la última etapa de su fantástica odisea, comprendieron que las incontables
almas, así como cuanto hay en el universo, son partículas de un espíritu único, como
gotas de agua de un mismo océano. Una sola única esencia espiritual anima todo lo
existente. No hay separación entre los seres, no hay frontera entre la vida y la muerte”.
(El BOSQUE DE LOS PIGMEOS. Isabel Allende)
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